VIOLENCIA DE GÉNERO

 



Si el terrorismo hubiese asesinado sis personas en 72 horas, las calles se llenarian de manifestantes, habría diversas declaraciones institucionales i se declararía la alerta general - Jorge Fauró - elperiódico. 

- Más allá de las habituales concentraciones de condena y los tristemente tradicionales minutos de silencio, no hay constancia de manifestaciones en las grandes ciudades de España. Las televisiones no han interrumpido su programación para dar paso a la declaración institucional del presidente del Gobierno o el jefe de Estado. Imaginemos ahora que estas seis mujeres hubieran sido víctimas del terrorismo. Seis muertos en menos de una semana por efecto de los coches bomba o el tiro en la nuca. Imaginemos esto. La universalización del horror ha llegado al punto de 'ponme una caña, chaval, que tengo prisa'.

Algunos pensarán que la comparación entre las muertes a causa del género y los asesinatos de ETA son un ejercicio de demagogia. Bienvenida sea. Contra las dos clases de crímenes no hay ningún otro posicionamiento que no se haya de exponer desde la radicalidad. Tolerancia cero. Hay más machistas condenados por violencia de género que terroristas hubo nunca en España. Con ETA se terminó por la vía de la negociación y el cansancio ciudadano cuando la sociedad en la que germinó la banda de delincuentes empezó a rebelarse, aunque fuera en silencio, por la vía del rechazo o la reconciliación entre ambos bandos. Con la violencia de género falta más pacto de Estado y sobra alguna declaración altisonante, pero hay consenso en la repulsa, desde la denuncia ciudadana hasta el 016 o el escarnio público en la puerta de los juzgados. No obstante, contra estos criminales no es posible ninguna negociación. Su terrorismo se abre en silencio, a lo largo del tiempo, dentro de casa, en presencia de hijos que callan por miedo o por la incomprensión propia de la edad de la inocencia. La mayoría de estas mujeres son anónimas y sólo están bajo los focos cuando ya no hay remedio. No todas las víctimas tienen la oportunidad de explicar su caso en horario de máxima audiencia. Se empieza por la solidaridad y termina cuestionando la socialización del drama.

Hace siglos que las mujeres sufren los años de plomo y el acero. No nos podemos no asustar cuando pasa una fatalidad, no podemos no indignarnos, tener vergüenza y rabia con cada mujer asesinada. Si acabamos acostumbrándonos, si no pasa nada, si ningún mandatario sale por la televisión para solemnizar y rendir homenaje a seis mujeres asesinadas en una semana, significa que estamos muy lejos de detener el problema y muy cerca de contar los días hasta que volvamos a sentir que han matado otra. Y más solas se sentirán las que cargan con el sufrimiento. Nunca un drama mereció menos ser una cantinela.

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