LIBERTAD



Recuerdo que la primera desescalada, en junio del año pasado, no fue tan celebrada como este adiós al Estado de alarma del fin de semana pasado. Quizás porque fue más progresiva, con horarios establecidos por grupos de edad mañana y tarde. Cierto és que se llenaron calles y caminos de atletas con chandals de colorines corriendo como locos, algunos con el chandal del Naranjito; y salieron ciclistas y patinetes por todas partes como salen los caracoles después de llover. Pero ahora, este 9 de mayo que recordaremos mucho tiempo y no se si para bien, quizás porque hemos podido poner una fecha concreta al fin de las restricciones, las celebraciones han tomado un impulso que tanto es fruto de la larga contención obligada como del hecho de compartir, en un mismo espacio, el mismo tiempo, pautado por unas campanadas liberadoras como si se tratara de una alocada noche de fin de año, sólo que no es el fin de nada ni mucho menos. Miras a tu entorno más inmediato y te das cuenta que no es el final de la pandemia, sino una especie de alto el fuego en el que se mantiene la alerta. Los hay que han practicado el desenfreno anunciado y hay quienes se lo han mirado desde el balcón, con la misma rutina de los últimos seis meses. No salí de casa a las 12 de la noche el otro día, no me apetecía, pero al menos sé que me quede en casa porque quería. Eso si es Libertad, y no la que han vendido los inconscientes populistas.

2 comentarios:

  1. Como le comentaba hace nada a Miquel, aquí se les ha animado a todos esos descerebrados a salir a la calle a tomar cañas. Esa es la libertad para algunos.
    Un saludo.

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  2. Lo bueno de esto es que ya sabemos de la solidaridad y el respeto de muchos.

    Salut.

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