Hoy Barcelona está de luto. Era evidente que estaba en el punto de mira para recibir un atentado terrorista por su privilegiada situación con un movimiento espectacular de visitantes, estaba cantado que Barcelona era un foco de atención clave, y que actuando aquí adquiriría un notable resultado en la sensación de vulnerabilidad, de miedo, que es su pretensión. ¿Donde duele más?, en el lugar más emblemático y conocido, las Ramblas. ¿Cuándo? En el momento álgido para el turismo: en agosto, y una hora aparentemente tranquila, a las cinco de la tarde de un día entre semana. El marketing del terrorismo buscando su mejor golpe de efecto, siguiendo punto por punto las instrucciones de la revista Dabiq.

El gran poder de este terrorismo es su acción indiscriminada: el ciudadano es consciente por primera vez que también él puede convertirse en víctima, y ​​no como en otros atentados que se focalizaban en políticos y personalidades relevantes. Sólo hay una manera de hacerle frente, y es involucrándose. Hay que aprender a convivir con esta nueva realidad. Sobrevivir siendo conscientes de las amenazas y educarse a ser observadores activos. Hay pues estar muy atento y a la más mínima duda, a la más mínima sospecha, informar a las fuerzas de seguridad, los ciudadanos deben convertirse en delatores por la vida.


Dicho esto, me pregunto a cuántas personas deberían "atropellar" los trenes ayer, y anteayer, hoy, mañana o pasado, apenas hay información, muy de pasada se dice por los medios: el convoy tal va con retraso debido al atropello de una persona a tal lugar... No hay el gran despliegue informativo ni policial, ni tareas de prevención para evitar estos "atropellos", víctimas del terrorismo neocapitalista, más sutil, más cruel, más atroz y más elevado en el número de víctimas silenciosas y silenciadas por las que nadie deja velas ni flores en ningún lugar ni les rinde ningún homenaje.