💬No soy crítico de cine, ni se me da nada bien hacerlo, por eso no voy a hacer una crítica de una película que vi ayer en Netflix, que me impresionó, me hizo sufrir y me puso más de una vez un nudo en la garganta. Os hablo de Adú, el segundo largometraje de Salvador Calvo. Adú, se detiene ante una tragedia humana de tales proporciones que cuesta digerir en sus 90 minutos. Y cuesta precisamente porque la película no explica nada excepcional, sino algo cotidiano: niños engañados por mafias, perdidos en el mar, escondidos en el tren de aterrizaje de un avión, prostituyéndose para poder comer, enfermos o moribundos en su desesperada búsqueda de un mundo mejor. Sin cargar de más las tintas y con buen pulso, Calvo conduce una película destinada a amplias audiencias en lugares comunes que no resultan ni tan obvios ni tan amables como suelen ser en este tipo de grandes producciones. Planteada como un tríptico sobre la emigración, la película discurre por tres historias: la que da título a la película es la de un niño de seis años que huye de Camerún a España con su hermana primero y un adolescente después; la de un español que trabaja en una reserva de elefantes y que se reencuentra en África con su hija; y finalmente la de un Guardia Civil que trabaja en Melilla y que se ve implicado en la muerte accidental de un refugiado congoleño que intentaba saltar la valla. Tres relatos que pretenden conformar un doloroso mapa de ida y vuelta sobre un continente condenado hasta lo indecible por la codicia y la miseria humana. Basta contemplar el plano con el que arranca la película, una masa humana registrada en blanco y negro en una terminal policial intentando cruzar como zombies enloquecidos una cerca, para sentir esa incomodidad al que nos enfrenta este film. De las tres historias, la que vértebra la película, la más difícil y la más conseguida es la del niño Adú. La ambientación y los tres niños que la interpretan funcionan tan bien que el resto parece accesorio. En realidad, lo es. La historia del padre y la hija a los que dan vida Luis Tosar y Anna Castillo y la del Guardia Civil que interpreta Álvaro Cervantes, no acaban de cumplir del todo su misión de contrapunto, aunque son la evidencia de este fracaso colectivo del presente. Punto y aparte es la interpretación de los tres protagonistas, en concreto la interpretación de Adu (que es de Benin), ee impresionante, así como la de su hermana Safi, y Massar, el mago. La mirada de Adu, tan limpia que lo contempla todo desde su inocencia es un regalo para los ojos, y el doblaje que a veces es un lastre, aquí es impecable. No sé como los ojos de un niño pueden decir tantas y tantas cosas y reflejar tantas emociones.. Leo que Adú ha sido seleccionada para los Goya, no me sorprende, es un gran y sencilla película, en la que todo esta en orden, todo está en su lugar, sin estridencias, ni aspavientos y con el protagonismo en segundo plano de una vieja y destartalada pero importante bicicleta, aunque no sea verde.