💬La voz de la telepantalla todavía estaba vertiendo información sobre elecciones, pandemia, presos políticos, refugiados.., pero el griterío exterior se había reducido un poco. Los camareros habían vuelto al trabajo. Uno de ellos se acercó a él con una botella de ratafía. Ciudadano W, sentado en medio de un sueño de bienaventuranza, ni se fijó que le estaban llenando de nuevo el vaso. Ya no corría ni gritaba independencia entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Unionismo, se lo habían perdonado aunque tenía el alma blanca como la nieve. Estaba en el banquillo, lo confesaba aunque implicaba a todos. Más tarde estaba caminando por un corredor revestido de azulejo blanco, tenía la sensación de caminar bajo los rayos del sol, con un guardia armado tras él. La bala tanto tiempo esperada le entraba por el cerebro. Levantó la mirada hacia aquel rostro enorme del filósofo con gafas de pasta. Le había costado diez años de aprender qué tipo de sonrisa escondía tras aquel rostro afable. Diez años perdiendo el tiempo con los procesistas tóxicos de Matrix, con su incoheréncia y su relato trasnochado y distópico. 

Qué malentendido tan cruel e innecesario. Qué exilio mental tan terco como obstinado. Dos lágrimas perfumadas de ratafía manaron a ambos lados de la nariz. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre sí mismo. Amaba el Gran Hermano Illa".