LA VACUNA 'BERLANGUIANA'

 


💬Alcaldes, concejales, diputados provinciales, un fiscal jefe, un obispo, dos guardias civiles, algunos liberados sindicales, que se conozca, se han vacunado sospechosamente sin respetar los protocolos de vacunación en la Comunidad Valenciana. Perfiles, y referentes, de algunos de los poderes eternos de una España donde ciertas pulsiones clasistas permanecen inalterables a pesar de la presunta modernidad democrática en que creemos estar instalados.

Todos ellos podrían formar parte de un nuevo capítulo de esta formidable trilogía del genial realizador valenciano Luis García Berlanga, en la que se retrataba las miserias de la España franquista y que se inició con La escopeta nacional (1978). Con la diferencia de que en lugar de asistir a una cacería de perdices como excusa para conseguir privilegios y suculentos contratos exclusivos, ahora el coto es el sistema de salud público, con el objetivo de que a uno le pongan la vacuna que evite contagiar- del virus que sigue matando a miles de personas. Pero si algo nos mostró Berlanga es que para que haya aprovechados con pocos escrúpulos y ningún sentido de la solidaridad es necesario un sistema tolerante con ellos; lo que no es nuevo en nuestra geografía, laxa históricamente con los caraduras, aprovechados, chulos y otra fauna. Incapaz de reaccionar con contundencia con los que incumplen las normas establecidas. Hasta les aceptan los argumentos justificativos, algunos realmente infantiles, que en el mismo director valenciano le habrían partido el pecho de risa.

Los sujetos y las sujetas, conscientes de ello, no muestran, en general, arrepentimiento. Pues asumen dos cosas: que tienen derecho por encima del resto de los mortales a pasarse por el forro los protocolos, lo que nos remite de nuevo a cierta percepción "clasista" de la sociedad; y que forman parte de un entorno poco hostil con los sinvergüenzas, menos aún si los que tienen que decidir contra ellos es su propia familia política o de otras instituciones. Sólo tiemblan cuando la justicia reacciona; que son palabras mayores. Durante años lo vimos en Valencia, con estos políticos de traje ajustado y corbata ceñida que, literalmente, se reían de los que cuestionaban su actitud corrupta. Tiempo después, no fueron pocos los que lloraron ante los tribunales cuando notaron en sus culos la dura madera del banquillo de los acusados. Era un arrepentimiento forzado por la amenaza de pasar muchos años encerrados en celdas de cuatro metros cuadrados.

Pero claro, no es comparable un caso de corrupción con el de haber robado una vacuna. No es un delito; en el peor de los casos una infracción. Y aquí está el problema. Seguiremos viendo más cargos públicos vacunados sin tener derecho, porque el contexto es incapaz de pararlos; y ya se sabe que hay conductas que se contagian más que el virus, desde la estupidez a la insolidaridad. Y además permanecen en el tiempo, como estas excelentes películas de Luís García Berlanga. - Salvador Enguix- Salvador Enguix

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