Falta una semana para depositar el voto en la urna, y, más allá de cuestiones menores -bajar el sueldo del presidente un 30% o crear un departamento de igualdad de género- ningún candidato ha explicado con meridiana claridad qué es lo que nos propone para el futuro más inmediato. Aparte de descalificarse entre ellos con el y tu mes de turno, las promesas electorales han sido pocas y difusas. Esto es así por culpa del tema, del gran tema que hace diez años que nos contamina el día a día y que imposibilita el camino de la normalización plena de la actividad política en Cataluña. El proceso, que todo lo contamina con su toxicidad.
El panorama para votar es complejo y confuso. Pere Aragonés lleva unos meses trasladando la percepción que ERC aspira a ganar, no por lo que diga o deje de decir, sino porque cree que le toca; su partido está cansado de ser el 'pagafantas' de la política catalana. El pánico por tener que seguir con este papel (que es lo más probable) es lo que hace que se le esté haciendo tan larga la campaña. Mientras, JxCat es un tipo de jugador oportunista sentado a la ruleta apostando a todos los números, pares e impares. Tan pronto la soberbia de Laura Borràs anuncia que reactivará la declaración de independencia si el soberanismo obtiene más del 50% de los votos, como se corrige un día más tarde para decir que no, que esto sólo será cuando sea posible y que ya se verá porque ahora no sabe no contesta y vete tú a saber. Aparece después Carles Puigdemont por el escenario y añade que de lo que se trata en realidad es de "desplegar los efectos del 1-0", aunque nadie pueda aclarar qué efectos son los mismos, ya que nadie percibe ningúno bueno. Todo ello, humo, humo, humo y desorden, muy en la línea Puigdemont de amanece que no es poco.
Mientras tanto, en el PSC, Salvador Illa nos invita a cerrar los ojos para que al abrirlos una década entera de abulia, esta pesadilla del proceso se haya evaporado. La Cataluña del 2,021 enlazará con la del 2010, y será otro día. No se sabe que opina sobre los indultos o sobre la amnistía ni de la mesa de negociación pactada con ERC tampoco, excepto considerar que está bien que exista. Vamos, que no se moja y hace bien, no lo necesita.
El resto de fuerzas son outsiders que se comportan en su línea habitual, queda la duda de si el PDcat obtendrá algún representante, hasta donde caerá Ciudadanos, y si VOX hará el sorpasso al Pp del emoticono que mono Fernández, pero todo esto son confidentes de secundaria, figurantes de segunda.
El problema es que entre los aspirantes a la victoria cuesta ver claro qué es lo que nos propondrán el 15-F. De hecho, no lo saben ni ellos, todo dependerá de los resultados electorales que apuntan a un casi triple empate entre PSC, ERC e Jxcat. Y, bien pensado, tal vez sea mejor así, porque cada vez que hemos votado con promesas sólidas encima de la mesa - un referéndum, la independencia exprés - bien, lo que se dice bien, no nos ha acabado de ir. A ver si a partir del próximo domingo votando sin acabar de saber exactamente que vamos votar, nos va mejor. Seguro que todo irá bien. Seguro?
Ya veremos qué pasa. Pero me imagino que todo seguirá como va.
ResponderEliminarUn saludo.
Si, no habrá grandes cambios, sólo el ascenso de Illa y la caída de C's.
ResponderEliminarSaludos