DE VIAJAR CON CHANCLAS


No hay que fijarse mucho, para darse cuenta de que esto de viajar en avión, sobre todo en verano, es cosa de pobres, la única condición social que explica que la gente aguante que la dejen tirada en los aeropuertos, les tengan largas horas en espera de las maletas con cara de pasmarote, si no se las pierden en las cintas transportadoras, y vuelos cancelados o con retraso.
Los ricos no vuelan en verano y menos a lugares exóticos y lejanos. Saben de las dificultades de volar y avanzan unas vacaciones de proximidad con sus jornadas de navegación, otros con un poco de montañas verdes y huyen de los aeropuertos donde este verano los pobres serán puteados por otros pobres que encima les da por hacer huelgas. De hecho, los ricos nunca hacen vacaciones, ellos practican el ocio indolente, y lo hacen todo el año, ya hacen bastante dejando hacer vacaciones a los pobres.
Cada verano vivimos una lucha de clases, pero de pobres contra pobres, Y no le veo solución al asunto, que tanto me complica las vacaciones de agosto, por lo que hace unos años (desde que me jubilé) las he pasado a septiembre, de hecho tengo el resto del año para viajar sin agobios, además el gobierno hoy me ha hecho un ingreso extra a la pensión de los retrasos desde enero, y con ello casi me da para comprarme un avión, o dos, como Julio Iglesias, uno grande para viajes transoceánicos y uno más pequeño para vuelos interiores.
A diferencia de los ricos, los pobres no aprenden y corren en fila india a los aeropuertos en agosto para terminar saliendo en el telediario con cara de pena, aunque parece que disfruten con la sodomización a la que son sometidos, y así explicar en twitter o instagram que llevan siete u ocho horas de una cola a otra y han perdido la conexión con su vuelo a Tailandia, o vete a saber dónde, y ni flowers saben dónde tienen las maletas - todo de lo más normal - sin que la compañía aérea haya tenido el detalle de darles ninguna información, un bocadillo o al menos unas cuantas botellitas de agua. Esto sucede cuando se puede viajar en verano a cualquier parte del mundo, con bañador y chanclas. Y encima, para más cachondeo, cuando todo este suplicio ha pasado, los pobres vuelven a la realidad de septiembre y lo único que se les ocurre hacer es explicar a todo el mundo lo bién que lo han pasado y como ha desconectado, aunque medias vacaciones las hayan pasado en las salas de espera de los aeropuertos, y sufridores como son, aún están satisfechos y ya planifican las próximas vacaciones, el calvario del siguiente mes de agosto.

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