Creer en una justicia en la que se toman estas decisiones, resulta muy difícil. Pero no disponemos de otra alternativa. Cuando hay un abismo entre la Justicia y la sociedad, no es justicia. Tuve la impresión cuando leí la sentencia de “La Manada” que el juez que firmó el voto particular es el que había marcado el debate en el interior del órgano colegiado. Consiguió el objetivo que perseguía: debilitar la convicción de sus dos compañeros de Sala, de tal manera que no hubiera concordancia entre el relato de hechos probados y la calificación jurídica de los autores de los mismos.

El voto particular fue inusitadamente extenso. Es posible que los lectores lo recuerden o no, pero para recordarlo, por si es necesario, es para lo que estamos los profesores de derecho, que entendemos que forma parte de nuestra obligación docente no solamente enseñar en las aulas, sino también proyectar la docencia en el proceso de formación de la opinión pública. La Universidad es una reserva de conocimiento que tiene que estar a disposición de la sociedad. Los profesores universitarios tenemos un estatus privilegiado en comparación co el de los profesores en los niveles preuniversitarios. Nuestro número de horas lectivas es mucho menor, la posibilidad de asistir a congresos y seminarios dentro y fuera del país es mucho mayor, las bibliotecas de que disponemos suelen ser excelentes...La sociedad invierte mucho en la formación de un profesor universitario, que debe, en consecuencia, estar disponible más allá del cumplimiento de su estricto horario lectivo.

Vuelvo tras el paréntesis, al voto particular, que, como decía, fue inusitadamente extenso. La extensión del voto particular, además del tono en que está redactado, nos da una idea de lo que tuvo que ser el debate entre los tres magistrados que componía la sala. Hay un esfuerzo titánico por parte del autor del voto particular en excluir que se pudiera contemplar siquiera que la conducta de los miembros de “La Manada” pudiera ser considerada constitutiva del delito de violación.

Puesto que en el relato de los hechos era muy difícil que si no había una coincidencia plena, hubiera una discrepancia absoluta, era en la calificación jurídica donde se centraba el debate. Sembrar la duda en sus dos compañeros sobre dicha calificación ha sido la tarea del autor del voto particular, que, para ello, tenía que llevar su argumentación hasta un extremo que resulta difícil de entender. Leer el relato de hechos probados como una orgía en la que habían participado activa y gozosamente tanto los cinco varones como la chica adolescente, no puede tener una explicación que no raye con lo patológico.

El autor del voto particular no ve nada punible en los hechos que tuvieron lugar ese día. Ateniéndonos a sus palabras, él mismo podía haberse incorporado a “La Manada” y participar en la orgía, ya que lo que estaban eran manteniendo relaciones sexuales placenteras para todos los que participaban. Y es con esta posición extrema con la que consiguió sembrar la duda en sus compañeros de Sala y que quedara descartado el delito de violación. Buscar el punto intermedio entre las dos calificaciones extremas. Ni Absolución, ni Violación.

No se que me produce más desasosiego, si la brutalidad del voto particular o la “debilidad” de los magistrados que dictaron la sentencia. El autor del voto particular se retrata con la literalidad del mismo, que, probablemente es un pálido reflejo de la violencia con que debió expresarse en el debate con sus colegas. Pero la pusilanimidad de los dos magistrados que dictan la sentencia genera una desazón muy perturbadora. ¿Cómo se puede ser tan cobarde?

En cualquier caso, una vez dictada la sentencia en los términos que fue dictada, la decisión de poner el libertad a los integrantes de “La Manada” no creo que pueda sorprendernos. Creer en una justicia en la que se toman estas decisiones, resulta muy difícil. Pero no disponemos de otra alternativa. Hay que seguir peleando con los instrumentos de que disponemos. Ya tango los suficientes años como para saber que cualquier tiempo pasado fue peor. - Javier Pérez Royo