Me pregunto si es que nos estamos acostumbrando al asesinato de ciudadanos franceses a manos del terrorismo islamista. Lo digo porque no veo que el ataque mortal contra el profesor Samuel Paty –decapitado el viernes ante la escuela de Conflans-Sainte-Honorine donde trabajaba– haya generado entre nosotros la ola de indignación y solidaridad que se produjo a raíz del atentado del 7 de enero del 2015 contra el semanario Charlie Hebdo, donde murieron doce personas y once resultaron heridas. No es un asunto de cantidad, claro. Tan escalofriante es el fanatismo criminal contra una docena de periodistas como lo es contra un maestro. Entonces, se puso de moda, también en nuestro país, el lema “Je suis Charlie”, un gesto de defensa de las libertades básicas contra un totalitarismo que utiliza la religión para amenazar abiertamente a la sociedad. Espero equivocarme, pero no detecto, de momento, muchas ganas, ni en Barcelona ni en Catalunya, de afirmar “Je suis Samuel”.

En su momento manifestè mi posiciòn en este escrito: #jenesuisCharlie, pero no dejaba de ser una opinión marginal, la mayoria de la gente se apuntó a @jesusCharlie de manera incondicional. Ahora deberíamos ser también Samuel Paty, el docente que mostró una caricatura de Mahoma en una clase dedicada a explicar la libertad de expresión. La libertad de hablar de todo no es exclusiva de los periodistas ni de los caricaturistas. Los maestros pueden y deben meter la realidad en las aulas, donde hay que adiestrar a las nuevas generaciones en la necesidad de comprender lo que pasa, de hacerse preguntas, de ejercer el espíritu crítico y de debatir –con respeto pero sin miedo– sobre todo lo que sea menester. Entre nosotros, también de vez en cuando, aparece algún grupo que pretende introducir la censura en las clases. El fanatismo tiene muchas modalidades. No obstante, y a pesar de algunas lamentables denuncias sin fundamento contra docentes utilizados como cabeza de turco, aquí vivimos –afortunadamente– una situación que no tiene nada que ver con el ambiente de varios barrios y ciudades de Francia, donde los partidarios del yihadismo son muy activos.

Me parece mucho  más grave este asesinato que el atentado de Charlie Hebdo, aqui hay inocencia y no hay maledicencia, pero encima hay un agravante que es más preocupante aún, el asesino de Paty, pago dinero a alumnos suyos para que le dijeran el nombre del profesor, y esto ya es otra dimensión del horror, Samuel Paty, fué delatado por sus propios alumnos, unos alumnos a los que quería enseñar precisamente lo contrario de lo que llevó a la muerte. 
Abdoullakh Anzorov, el checheno de 18 años que cometió el atentado, se presentó ante la escuela de Conflans-Sainte-Honorine, en la periferia noroeste de la capital francesa, y preguntó por el profesor de geografía e historia que había mostrado hacía unos días una caricatura de Mahoma en clase. Como recompensa por la ayuda prestada para identificar al maestro, Anzorov repartió varios centenares de euros en billetes de diez, que los alumnos aceptaron. El terrorista ingenió una treta para no levantar sospechas. Dijo a los estudiantes que quería convencer a Paty a grabar un vídeo para que se excusara por el asunto de la caricatura, de haber blasfemado e insultado al profeta.