El efecto Dunning-Kruger, o cómo los humanos nos convertimos en opinadores de todo sin saber apenas de nada, podría explicar el surgimiento de corrientes de pensamiento no expertas, capaces de solucionar cualquier problema sin importar su naturaleza. Esta teoría se fundamenta en el estudio realizado por David Dunning y Justin Kruger en la Universidad de Cornell, a partir del cual pretendían investigar el comportamiento de unos sujetos poco preparados ante una situación racionalmente compleja.
El resultado del estudio fue la concreción de una teoría según la cual se manifiesta la incapacidad de los sujetos para reconocer su ignorancia así como la tendencia a menospreciar el conocimiento de los expertos en dichas materias. Este sesgo, paradójicamente, convierte a través de una ilusión de superioridad a personas con conocimientos superficiales de algunos asuntos en verdaderos expertos que se atreven con materias tan complejas como la gestión institucional de un escenario tan inusual como el que hoy vivimos.
Es cierto que esta particularidad no resulta especialmente novedosa. Ya Isaac Asimov, en una columna titulada A cult of ignorance, intentó definir las características propias de un pensamiento contrario a las reflexiones de los expertos. Desde entonces, poco ha cambiado porque, en definitiva, vivimos en lo que se ha convenido en llamar la era del anti-intelectualismo.
Con el ocaso de los intelectuales y una vez constatadas las limitaciones de los expertos, parece que ese puesto lo ocupan hoy los tertulianos. Cuando oímos esta palabra tal vez nos vengan a la cabeza sus peores representaciones: quienes hablan de todo sin saber de nada, que interrumpen e insultan, que prefieren el espectáculo a la argumentación. Evidentemente no estoy elogiando a los peores ejemplares de la especie, sino a lo que significa que una democracia se entienda como una discusión entre personas que opinan y no tanto entre quienes supuestamente saben, como un debate entre iguales y no como un discurso elitista. Pensemos en las propiedades de esta figura: alguien que opina sin poderse permitir el lujo de haber estudiado a fondo el tema en cuestión y sobre todo que lo hace en un contexto de pluralidad y debate abierto. Esto es lo que mejor simboliza a la humanidad actual en su combate contra la inevitable ignorancia en la que nos sitúan los graves problemas que tenemos y que nos convierten a todos en ignorantes. El problema no es que la ciudadanía sepa muy poco, sino que nadie sabe lo suficiente. Y el exceso de información, esta saturación diaria de noticias reales o Fake aún complica más la capacidad de saber sobre algo.
Convertirmos en opinadores sin tener idea de lo que se habla. Eso ocurre mucho entre la gente -popular o famosilla de medio pelo, mucha de ella participante en programas de dudoso nivel intelectual, incluso en programas basura- que gana una pasta gansa gracias a su aparición en la tele y que creen que, dada su posición económica y mediática, son unos entendidos en todo y pueden menospreciar o incluso insultar a los verdaderamente sabios. Si gano más que tú, por muy catedrático que seas, cómo no voy a saber más que tú, incluso de tu especialidad. En vez de una meritocracia tenemos papanatas engreídos con dinero.
ResponderEliminarUn saludo.
A menudo me acuerdo de 'La Clave', era otro tipo de tertulianos de otro nivel.
ResponderEliminarSaludos