Cuando el domingo oí en la radio las palabras del presidente del Col·legi de Metges de Barcelona, Jaume Padrós, recordé las que mi madre me repetía a menudo: “La gente es básicamente idiota y después, si eso, hay algunas excepciones”. El doctor Padrós no lo decía con estos términos sino de forma educada, porque es persona con estudios y no va por el mundo insultando a los imbéciles, como hacía mi progenitora. Pero, mientras hablaba, las imágenes de los gentíos que estos días llenaban el Montseny, la Ciutadella o las Tres Xemeneies de Barcelona estaban en la mente de los que lo escuchábamos.

Padrós apela a la conciencia de las personas. Dijo que ya vamos tarde, que no sabe si llegaremos a tiempo, ni si con estas medidas bastará. Analizó la sociedad en la que vivimos, que por una parte tiene individuos que lo hacen muy bien –que no necesitan tener encima la amenaza ni que se les meta miedo, porque tienen sentido solidario– y, por otra, inconscientes que a menudo se llenan la boca de solidaridad y a la hora de la verdad no la demuestran por ningún lado. Usan la palabra solidaridad porque les parece muy bonita, pero solo la dicen para quedar bien. Frase que remarcar: “Me parece que nuestra sociedad tiene un punto de naif muy importante...”. Tras pedir actuaciones rápidas y eficientes dijo: “Lo pido, lo imploro, a los políticos y a la ciudadanía”. Recordó que algunos científicos abogan por un confinamiento corto pero total, no solo nocturno, y que, si no se hace caso, quizá harán falta restricciones de movilidad abruptas. Y penas: “Lo más contundentes posibles. Pido sanciones ejemplares”.

“Me parece que nuestra sociedad tiene un punto de naif muy importante...”

En los años setenta fue popular una película dirigida por Luis Lucia que llevaba por título Molokai, la isla maldita. Iba del padre Damián, un misionero belga del XIX que dedicó su vida a cuidar de los leprosos que la sociedad desterraba a Hawái, a la isla Molokai. Si no la habías visto en el cine del barrio te la pasaban en el instituto, porque los profes de religión –curas– creían que el padre Damián era buen ejemplo para los jovenzuelos. El rollo de los leprosos confinados de por vida en una isla impresionaba mucho y, como asimilé la lección, creo ahora que escoger una isla deshabitada en la costa catalana sería la solución ideal para los que no quieren entender la gravedad de la Covid. Inadecuadas las islas Medes porque hay muchos submarinistas, propongo s’Encalladora, frente al cabo de Creus. A la tercera infracción, los confinamos ahí y que se las apañen solitos. Insolidaridad con insolidaridad se paga. - Quim Monzó - lavanguardia.com