La necesidad agudiza el ingenio, o la estupidez de los homínidos no tiene límites. Con el coronavirus golpeando fuerte a industrias como la aeronáutica o los cruceros, en Singapur han decidido que es tiempo de dar un paso más allá a sus negocios con iniciativas originales como las travesías en barco hacia ninguna parte o la conversión de aviones en restaurantes improvisados . De momento, este reinventarse o morir parece funcionar, aunque está por ver hasta qué punto les permite sortear la crisis causada por el patógeno.

Singapur Airlines, que sufrió unas pérdidas récord de 705 millones de euros en el tercer semestre de año y anunció el recorte del 20% de su plantilla, apostó recientemente para transformar dos de sus 380 aviones estacionados en el aeropuerto en dos restaurantes temporales. Aunque la comida de avión no goza de buena fama, las 900 reservas ofertadas para los días 24 y 25 de octubre se agotaron en media hora, por lo que no dudaron en ampliar la oferta a otras dos jornadas.

La aerolínea descartó el plan inicial para ofrecer "vuelos ninguna parte", que despegan y aterrizan en el mismo aeropuerto, tras la polémica causada por la contaminación que causarían. "La idea para el tour en vuelo corto, o 'quiere ninguna parte', fue estudiada en un principio pero ha sido rechazada después de ser revisada", indicó la aerolínea en un comunicado en el que anunció otras iniciativas para estimular la compañía en medio de la pandemia. La oferta se limita pues al igual que cuando se viaja en avión, hay opciones para todos los gustos. Los bolsillos más pudientes pueden degustar la comida en primera clase a un precio de 400 euros; en Business, el menú ya baja a los 200 euros; son 60 en clase económica premium y 33,50 en la más básica. Por seguridad, la mitad de los asientos deben permanecer vacíos en el interior del aparato, tal como indica la normativa para el resto de locales de la ciudad-estado. Además, los clientes también pueden pagar con sus millas de viajero frecuente, e incluso aquellos que quieran viajar desde el salón pueden encargar comida a domicilio en la aeronave.

Esta obsesión por viajar a ninguna parte, me remite a los escaladores, otra actividad inútil, tanto trabajo para subir hasta la cima de una montaña para volver a bajar. Ciertamente, los humanos tenemos comportamientos extraños, quizá porque no sabemos viajar interiormente o porque lo importante no es el destino sino el camino, pero el camino tiene que tener un sentido, un punto de partida y otro de llegada, sino es un viaje inútil, un viaje a ninguna parte.