Si Isabel Díaz Ayuso no gobernara para todos los madrileños podría dedicarse al humor y actuar en el club de la comedia. Pero resulta que esta señora preside una de las comunidades más afectadas por esta segunda ola de coronavirus. Pero ella sigue viviendo en un universo paralelo en el que todo funciona al revés de como las evidencias científicas demuestran día tras día. O eso, al menos, es lo que hay que desprenderse de las declaraciones que debemos escuchar de su boca.

Son innumerables las 'perlas' que la presidenta madrileña ha soltado desde que comenzó esta pandemia, y es que a la que le ponen un micrófono delante, no pierde la ocasión para lucirse y dejar a todos con la boca abierta de incredulidad con sus surrealistas declaraciones. Mientras no era Presidenta ni nada, hacía cierta gracia con sus salidas de tono, pero ahora no hace ninguna, demasiadas vidas dependen de su indigencia mental.

Como liberal que presume de ser (manda güevos que diría Federico I de Hondurasl) su último deseo es poner por delante las actividades económicas antes que contener la propagación de virus. Precisamente ahora que la Generalitat de Catalunya ha anunciado que decretará el cierre de los bares y restaurantes, Ayuso no lo valora, ni piensa hacerlo, y para defender su postura, ha utilizado un argumento que es curioso, para no decir surrealista.

Exactamente la Señora, Ayuso ha asegurado lo siguiente: "Si aprietas demasiado en los restaurantes y te llevas por delante negocios de miles de familias, lo que estás haciendo es que el contagio se vaya a las casas. Porqué los ciudadanos, al no poder fumar, al no entender las normas, al irse pronto a casa, acaban yendo a sus viviendas y eso es mucho peor".

Es decir, que para la inefable liberal Ayuso 'el confinamiento que mantuvo en casa durante casi cuatro meses a todos los españoles no valió de mucho'. Que los científicos están equivocados y que en los bares no hay riesgo de contagio aunque te quites la mascarilla para consumir pero que si te quedas en casa conviviendo con las mismas personas, es de ahí de donde vienen los problemas. Ni a Ana Botella se le habría ocurrido decir una memez así.

Otra de sus genialidades ha sido marcarse un Duran i Lleida sobre Andalucía, en el programa de Ana Rosa; al ser preguntada por la diferencia de criterios con Andalucía - gobernada por el PP -, alegó que "en Madrid la gente no quiere vivir subvencionada" y, por este motivo, "viene lo mejor de España" a la región. Si esto lo dice un político catalán le cae 'la del pulpo', pero a ella nadie en Madrid ni en Andalucía le ha reprochado la tontería.

La gestión de la Comunidad de Madrid es sin duda una de las mayores desgracias que tiene España, y no es algo nuevo, antes de que Ayuso hubo una señora llamada Ana Botella, que no era mucho mejor. La diferencia es que ella no tuvo que hacer frente a una crisis como la actual, y se conformó a  ofrecer Relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor, mientras malvendía vivienda pública a fondos buitres por cuatro cuartos. Digamos que Botella era idiota e incompetente, pero bastante inofensiva, pero no era ni de lejos tan inconsciente como Ayuso, que es peligrosamente inconsciente. En la Comunidad de Madrid haria falta un motín como el de la Bounty, para el bien de todos los madrileños.

Y no digan vuesas mercedes aquello de que Ayuso nos toma por tontos, no les conviene si hacemos caso a Manuel Cruz. La historia nos debería haber enseñado que, en efecto, conviene sospechar de las evidencias que se presentan como abrumadoras. Y, dentro de este grupo, especialmente de aquellas el carácter incuestionable de las que proviene del hecho de ser compartidas por muchos. Después de todo, el grueso de fanatismos, supersticiones y otras patologías del alma análogas que en el pasado han existido contaba con un apoyo no ya abundante, sino incluso masivo. Pero si estamos hablando de los tontos, habrá que recordar que la inteligencia no va a peso. ¿O es que resulta impensable que una misma tontería pueda ser compartida por muchos?

Resumiendo. La próxima vez que oigan alguien que afirma que lo que más le molesta es que le tomen por tonto, no digan nada. Sólo déjenlo hablar un poco más. Así saldrán de dudas rápidamente.