"Mientras que la recomendación de permanecer en la casa y evitar en lo posible las interacciones sociales en Nueva Zelanda sigue en pie, las nuevas reglas que entraron en vigencia el lunes autorizan a la población a ampliar su círculo de contactos. La gente debe continuar dentro de la burbuja de su hogar pero puede expandirla para reconectarse con su familia extendida, o para traer cuidadores, o para ayudar a personas aisladas", dice el gobierno en su página web, "siempre y cuando todos vivan en el mismo pueblo o ciudad". 

El contacto entre este grupo de personas debe exclusivo: es decir, las personas que forman parte de esta burbuja no pueden formar parte de otra. Esta aproximación es una manera de aumentar el contacto social a la vez que se minimiza el riesgo de transmisión de la enfermedad, ya que si se produce una infección se queda dentro de la burbuja y no puede transmitirse a otras", le explica Stefan Flasche profesor asociado de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. 

"Es una forma eficiente de relajar las restricciones que, en principio, es viable en casi cualquier situación donde ya no esté aumentando el número de contagios", dice. En su opinión, es una herramienta importante para lidiar con la situación, mientras continúa la búsqueda de una vacuna, "aunque cada país deberá priorizar qué medidas necesitan flexibilizar más urgentemente". Mientras que la propuesta implementada en Nueva Zelanda no fija un número de individuos por unidad (aunque evidentemente la idea de una burbuja es que sea pequeña), otros gobiernos que evalúan la posibilidad de incorporar esta estrategia establecen un límite de 10 personas. 

En el contexto británico, manteniendo este límite, la idea sería permitir la combinación de un grupo familiar con dos o tres otros grupos, también de forma exclusiva. La idea también está siendo considerada entre otros por Escocia, Canadá y Bélgica."

La mascarilla, la distancia social o la toma de temperatura podrían no desaparecer. Debemos mantener un sentido crítico con las medidas de los gobernantes (lo que no quiere decir incumplirlas) y estar atentos a que no nos limiten libertades fundamentales menos cuando sea estrictamente necesario (y con la garantía de los tribunales).

El que fue jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Ejército Europeo de Estrasburgo, Pedro Baños, ha escrito un interesante libro (El dominio mental), donde plantea además una relevante cuestión. Entregados a llevar mascarillas, a mantener la distancia social o a tomarnos la temperatura en espacios públicos, ¿será posible que un día nos desprendamos de estas medidas o sucederá como las cautelas de seguridad tras los atentados del 11-S, que siguen vigentes en aeropuertos, estaciones de tren y centros públicos? En nombre de la seguridad, cualquier cosa es posible, escribe Baños, y podemos acabar obligados a vivir en burbujas sociales. La distopía ha comenzado. - lavanguardia.com