JORNADAS LIBERTARIAS 1977




Hubo un momento después de la muerte de Franco en la que Barcelona, ​​que todavía buscaba un sitio al sol tras los 40 años de franquismo, giró la mirada hacia su vieja tradición anarquista. Resurgieron los lemas (Dictadura, ni la del proletariado, fue uno de los más celebrados), aparecieron revistas libertarias (una mención especial merece Ajoblanco) y se reeditó la obra de Bakunin. Eran los años 70, tiempos en los que, tras la muerte del tirano, todo parecía posible.
La CNT, el histórico sindicato anarcosindicalista, mayoritario en la Barcelona de antes de la guerra, registró una importante crecida de afiliados. Los pañuelos negros empezaron a formar parte de la estética estudiantil, y en las asambleas se criticaba el postfranquismo pero también la falta de libertades en las repúblicas populares del este de Europa. En esta ciudad con sed de libertad, abierta y romántica, al histórico comunismo del PSUC parecía salirle un potente competidor en el movimiento ácrata.
En julio de 1977, es decir, hace exactamente 45 años, ese espíritu cristalizó en las Jornadas Libertarias, que tuvieron como epicentro el parque Güell –cuando no era territorio de turistas– y el Saló Diana. Aquí se debatían las ponencias espesas («Valoración de la práctica libertaria internacional desde 1936», «Crítica de la sociedad industrial y alternativas», entre otros). En el parque, sin embargo, se expresó la parte más lúdica del movimiento, que no era poca. Pau Riba, Sisa, La Banda Trapera del Río y Nazario, Ocaña y Camilo entre otros, amenizaron un encuentro que según los organizadores reunió a 600.000 personas, una cifra que la Guardia Urbana rebajó a 100.000. Para muchos jóvenes, ahora ya superan los sesenta, fue un acto mítico que culminaba una etapa de creatividad en torno a los movimientos libertarios.
Los organizadores hicieron un llamamiento, en un pasquín impagable, a evitar «las superextravagancias, pasadas salidas de madre y esnobismos de rambla», dado que el movimiento libertario era algo serio, llamado a cambiar la sociedad. Ni que decir tiene que la recomendación se cumplió sólo de forma parcial. Los porros y el amor libre no eran incompatibles con el canto de 'A las barricadas'.
Aquel movimiento, utópico, hermoso, original y festivo fue como un sueño. El despertar fue duro. Si el llamado desencanto de finales de los años 70 tuvo un verdadero sentido fue para aquellos libertarios, idealistas y asilvestrados. 


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                              Con información de elperiodico, Betevé, Ayuntamiento de Barcelona.

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