La autoría de unos versos atribuidos al poeta en honor a la Virgen de Las Angustias Coronada de Córdoba sigue siendo un misterio, casi cien años después. A Federico García Lorca le gustaba pasearse por Córdoba cuando caía la noche. Y sus visitas a aquella ciudad que universalizó para siempre como “lejana y sola” eran habituales, también en los años previos a su asesinato. En uno de esos paseos, una noche de Jueves Santo de los años 30, en una ciudad en la que no había turistas, más allá de algún viajero “romántico”, se topó con la salida de una procesión de la Iglesia de San Agustín. Era la Virgen de las Angustias Coronada, la última gran obra firmada por el escultor Juan de Mesa, el esteta del arte sacro. La talla iba paseada a hombros, en el silencio de una noche que solo podía romper una saeta. Y, emocionado por el paso de la Hermandad más antigua y la que más tiempo lleva procesionando de manera ininterrumpida de la Semana Santa de Córdoba, el autor de Canción de jinete, apenas pudo contenerse. Agarró una libreta y en ella garabateó diez versos:

Molde de la estrecha vía/ dos hileras luminosas;/ prisionera de las rosas/ viene la Virgen María./ De plata y de pedrería/ lleva las andas repletas/ y a su paso, las saetas,/ para su lujo y derroche,/ se van clavando en la noche,/ constelada de cornetas

Hasta aquí el mito. Toda esta escena, en realidad, es del todo probable que nunca ocurriera. Y que aquel poema, atribuido al escritor español más relevante del siglo XX, nunca saliera de su imaginación. Porque es fácilmente comprobable que no hay rastro de esos versos en ninguna de las ediciones completas de su obra, ni siquiera en las que más atención prestan a su mirada al folclore andaluz. Sin embargo, a él se le atribuyen esas rimas por una anécdota, esta probablemente cierta, que ocurriría cuarenta años más tarde. Según contó la profesora del Departamento de Ciencias del Lenguaje de la Universidad de Córdoba Clara Eugenia Peragón en su artículo El alma que allí canta, esos versos descansaban en la memoria de Manolo Carreño, autor de Memorias tabernarias, e íntimo de García Lorca.  Y fue Carreño quien, una noche de Jueves Santo, pero de 1973, le recitó al poeta y profesor Miguel Salcedo Hierro aquella poesía que, según aseguraba, había garabateado García Lorca tras ver desfilar a Las Angustias Coronada en Córdoba, cuarenta años antes.

Imagen antigua de la Virgen de las Angustias Coronada de Córdoba. Córdoba Cofradiera/Web de la Hermandad

Salcedo Hierro pudo memorizar aquellos versos, que publicaría cuatro años después, en 1977, atribuyéndoselos a Lorca, en un artículo de la revista Alto Guadalquivir. Y, con ello, el mito del poema cofrade de García Lorca había echado a andar. La cuestión es cómo una obra de un autor tan estudiado pudo estar oculta durante casi 40 años y por qué la leyenda que se generó en torno a aquel poema tardó décadas en ser desmentida.

Y es probable que esto se deba a que, si bien la mano de Lorca está descartada, todavía hoy siguen surgiendo dudas sobre la autoría de aquellos versos. Según publicó el periodista Rafael Carlos Mendoza, quienes sacaron a García Lorca de la ecuación poética-cofrade fueron, sucesivamente, el historiador Juan Aranda Dorcel y el escritor Antonio Varo, en sendos artículos en los que atribuían la autoría de aquel poema al fotograbador Vicente Casares, basándose en que venían firmados por las iniciales V.C.

¿Quién era aquel Vicente Casares? Se trataba de un empresario del sector de la impresión que había comenzado su andadura en Córdoba en el año 1926, y que mantuvo una estrecha relación con la prensa escrita hasta la década de 1960, como responsable de fotograbado en La Voz y, en 1941, del Diario Córdoba, entre otras muchas publicaciones.

Ahora bien, ¿fue realmente Casares el autor de este poema? En su familia lo desconocen. Su nieto, consultado por este periódico, se quedaba ojiplático al escuchar la historia. “No tengo ni idea, nunca había escuchado algo así. Pero yo no conocí a mi abuelo, quizá mi padre sepa algo”, contestaba, antes de pasar el testigo a su progenitor.

Sin embargo, su padre, Ángel Vicente Casares, tampoco era consciente de ello. El hijo de Vicente Casares explicaba a Cordópolis que nunca jamás supo que su padre escribiera poemas, si bien reconoce que tanto él como su progenitor eran hermanos de las Angustias Coronada, a la que profesaban devoción. “Yo a mi padre nunca lo vi escribir poemas, ni nada parecido, pero sí que tenía relación con el Grupo Cántico, ya que le publicaba sus números”, señalaba este miércoles el hijo del fotograbador, fallecido en el año 1966.

Más allá de los misterios detrás de su autoría, el poema fake de García Lorca se ha ganado su sitio en la memoria colectiva cofrade de Córdoba, Andalucía e incluso en el resto de España, como evidencia el hecho de que incluso ha sido difundido por la Virgen de las Angustias y Soledad de León en Twitter.

También el hecho de que ha sido recogido por el diario La Voz de Almería como un ejemplo de poesía cofrade, por medios religiosos de la ciudad de Córdoba, o por los cronistas de la Semana Santa de Córdoba que han cubierto el Jueves Santo. Es decir, por periodistas y medios de comunicación que, como éste, no pudieron dejar escapar la oportunidad de recrear una escena mitológica tan potente como la de Federico García Lorca en pleno éxtasis estético ante una obra de Juan de Mesa.