Divorcio, aborto, eutanasia, vientres de alquiler, canibalismo, prostitución, desigualdad... Cada sociedad y cada tiempo atesoran sus propios temas tabú, asuntos que no aparecen en la agenda de políticas públicas ni en el debate social por encontrarse bajo un tácito revestimiento de rechazo por parte del público. Por el contrario, las cuestiones disponibles para el debate abierto conforman lo que en ciencia política ha sido bautizado en el siglo XXI como 'ventana de Overton', un espacio estrecho que enmarca aquello que ubicamos en los límites de lo aceptable y donde exigimos a los representantes que establezcan sus propuestas.

El concepto homenajea en su nombre a su ideólogo, Joseph Overton, fallecido exvicepresidente del Centro Mackinac, uno de los más prestigiosos institutos de investigación de políticas públicas de EEUU. En el desarrollo de esta idea, Overton describió cómo un político solo podía optar a ganar votantes -o no ser castigado por ellos- si sus políticas permanecían en el interior de una ventana que sólo apuntaba a lo que la sociedad estaba dispuesta a tolerar en ese momento. Los líderes más hábiles, sin embargo, son capaces de forzar los límites de la ventana para introducir en ella asuntos ubicados fuera del marco, considerados inaceptables por la opinión pública para que, una vez dentro del debate, sean percibidos como tolerables. De este modo, el líder en cuestión podría implementar sus planes con la garantía de que estos no serán rechazados de plano por la sociedad. En la ventana de Overton, las ideas pasan de ser impensables a radicales, y de ahí a ser aceptables, luego sensatas, populares, hasta que finalmente se articulan en material apto para moldear políticas.

En la política norteamericana, Trump ha emergido como el maestro más grotesco en el uso de esta herramienta, empujando los límites de la ventana para introducir ideas radicales como la expulsión de la inmigración, la cara positiva de los neonazis o el acercamiento con Rusia, eterno enemigo estadounidense. Así, desde sus primeros meses como presidente de EEUU, el magnate comenzó a vincular sin complejos los atentados terroristas que sucedían en cualquier lugar del mundo con la inmigración -usando datos no siempre ciertos, lo que hoy conocemos como 'posverdad'-, y llamando a países pobres "agujeros de mierda" para que sus ultraconservadores planes de inmigración -la construcción del muro de México como punta de lanza- fuesen tolerados por la sociedad. O, al menos, formasen parte de una realidad 'debatible'. De este modo, el presidente ha logrado desplazar los límites de la ventana, introduciendo una idea -el muro- que antes estaba en el área de lo impensable, fuera del espacio en el que se mueve la política.

Otro ejemplo de cómo Trump ha desplazado la ventana lo compone la relación con Rusia. Sus numerosas declaraciones positivas sobre el presidente Vladimir Putin y el acercamiento entre ambos ha provocado cambios en la opinión pública estadounidense con respecto al archienemigo de la nación. En diciembre de 2014, sólo un 8% de los republicanos tenían una opinión favorable hacia Putin, pero después de las elecciones presidenciales de 2016 y de los mensajes positivos de Trump en esta cuestión, el porcentaje engordó hasta el 36%, según sondeos realizados por YouGov.

¿Funciona la ventana de Overton en la política española? El meteórico ascenso de Vox lo ha demostrado con creces, convirtiendo el partido de extrema derecha en el actor que mejor encarna su esencia. Caracterizado por una sigilosa andadura que se remonta a cinco años en la escena política de nuestro país, Vox no se disparó hasta las elecciones andaluzas, donde cosechó un triunfo que le ha otorgó pleno protagonismo en la formación del nuevo gobierno. Los 12 diputados logrados por la formación que preside Santiago Abascal vienen avalados por la asunción de ideas inaceptables hasta hace poco, como la supresión del estado de las autonomías, la derogación de la ley contra la violencia de género o la deportación de inmigrantes legales que cometan delitos leves. De ser una suerte de partido residual de los críticos de Rajoy en pleno pataleo por la crisis económica, Vox se ha transformado en una opción real para miles de votantes. Su influencia se ha extendido a La Comunidad valencia, Castilla la Mancha y las Baleares.

Pero a parte de VOX, hay en Catalunya un nuevo proyecto de ampliación de la ventana de resultado incierto que está por librarse en los márgenes del soberanismo. El permiso de entrada lo solicita Aliança Catalana, la candidatura que clonará el ideario de Éric Zemmour en Francia, situado a la derecha del lepenismo. Aliança Catalana es incluso más agresiva que Vox en lo que atañe a su ideario: la inmigración, la delincuencia y la teoría de la “gran sustitución” de la cultura propia a través de la islamización.  Si Aliança Catalana se sienta en el Parlament, el efecto podría ser similar al que provocó la CUP en el 2012. Arrastre, en esta ocasión hacia la derecha, del bloque soberanista, en particular de Junts. Y naturalización en el debate político de afirmaciones y soluciones que hasta ahora re­sul­taban inimaginables en el campo de juego secesionista. De fondo, la necesaria respuesta sobre si también se contarían esos hipotéticos diputados ultras para dibujar mayorías secesionistas o si se les aplicaría, al igual que se hace con Vox actualmente, un ineficaz y discutible cordón sanitario que pasa, por ejemplo, por ni siquiera invitarlos a las cumbres sobre la sequía. En mayo sabremos las nuevas medidas de la ventana de Overton catalana. Si queda igual o si se visa el proyecto de ampliación hacia la derecha.