Los fantasmas del fascismo y la xenofobia recorren Europa entre las limpias aguas de nuestras encantadoras piscinas, el confortable interior de nuestros monovolúmenes familiares, los armónicos cantos de nuestras piadosas comunidades de feligreses y las coloridas estanterías de nuestras excitantes tiendas de ropa low cost. El miedo es el alma del fascismo, y la indiferencia, su mejor aliada. Los mismos gobiernos que se escandalizan por el ascenso de los movimientos de inspiración neofascista y discurso xenófobo les dan la razón abrazando sus políticas. Con la misma enfermedad hipócrita que aquellos mandatarios que cedieron ante Hitler por un pedazo de paz, renuncian a los principios de esta Europa que antes nos parecía de los mercaderes pero ahora pertenece a los indecentes.

La semana pasada un grupo de hinchas holandeses se divertían en la plaza Mayor de Madrid tirando monedas a mujeres rumanas que pedían limosna. La policía intervino para desalojar a las víctimas. No imagino mejor metáfora sobre nuestra Europa. Lo más paradójico será que, dentro de unas décadas, los manuales de economía intentarán explicar cómo un continente envejecido y decadente cerró así la puerta a su futuro. 

Antón Losada. 
el periódico.com

SBD - 21.03.16