¡Dimisión!,¡Crucifixión!

Hace cinco años cuando Rita Maestre entró en el templo gritando consignas contra quienes han convertido la Universidad en una cueva de capillitas. No empuña látigo alguno, sólo un inocente sujetador (el que lleva). Tiempo después, tras su entrada triunfal en el Ayuntamiento entre los ramos y las palmas de los que alaban a Carmena, los más fanáticos de entre los religiosos la vuelven a llevar ante los tribunales para que pague por su ofensa. "¡Culpable!", gritan jaleados por los suyos en las redes sociales, "¡culpable!". "Yo no he encontrado culpa alguna en ella", dice el obispo Osoro. "¡Crucifícala! ¡crucifícala!", gritan cada vez más alto los defensores de la tradición y el statu quo imperial. Los tribunales paganos, por no revolver más a la plebe ya que se acercaba su fiesta grande, se lavan las manos con una multa sacada de un retorcido y anticuado concepto: profanación. "¡Que pague!", "¿acaso va a desobedecer una condena?", "¡Dimisión, crucifixión!".

En este lamentable asunto, lo primero que habría que preguntarse es que hace una capilla católica en una universidad laica, o es que eso quiere decir que también se puede instalar allí una mezquita. Luego está el tema de los pechos, ¿desde cuando enseñar los pechos es una ofensa al sentimiento religioso? 

Ofensa al sentimiento religioso podría ser que un ministro, pongamos que del Interior, se jacte de ir a misa diaria o de tener un ángel de la guarda que le aparca el coche a la par que sigue sin dimitir por las muertes del Tarajal y ordena mayores controles fronterizos. Un ministro que, en esta suposición, no hubiese demostrado la más mínima señal de respeto por las mencionadas víctimas y aún no hubiera comunicado a sus familiares, dos años después, donde están enterradas. Un ministro que besases crucifijos al tiempo que llamase a las personas refugiadas "goteras de Europa". Un ministro, que condecora vírgenes con medallas de la policía.
Ofensa al sentimiento religioso podría ser, qué se yo, que un Domingo de Ramos le diera a la Unión Europea por deportar a todas las personas refugiadas e inmigrantes a Turquía para que se busquen la vida (o la muerte). Podría ser programar un vuelo de deportación desde España a Senegal y Mali en Martes Santo, día en que, como recordaba Javier Baeza en twitter, el Evangelio repetirá ese "os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar". Podría ser derribar chabolas en El Gallinero dejando a niñxs en la calle en pleno invierno a la par que se inaugura el belén municipal. Podría ser reírse en el Congreso cuando se habla de pobreza infantil. Podría ser desahuciar gente habiendo pisos…

Podría ser, ya puestos, que a un arzobispo saliente (Rouco Varela) le diera por agenciarse un ático de lujo y encargase que le pusieran todo el suelo hecho con maderas de la india (de la madera certificada de comercio justo para qué vamos a hablar).

Todo esto, claro, si tomamos por sentimiento religioso la literalidad de lo que se supone que quiso decir hace 2000 años el de Nazaret, lo de poner a los últimos los primeros y demás (que no lo digo yo, oiga, que lo dice el Papa).

Se conoce, en cualquier caso, que para estas cosillas la piel de los ofendidos no es tan fina. Ya es curioso. Da por pensar que, más que el sentimiento religioso, lo que se ofende son los privilegios, los privilegiados. - eldiario.es -  

SBD - 21.03.16