LA CÁRCEL GIGANTESCA

Moshe Dayan en el lado occidental del canal de Suez con el general de mando Ariel Sharon, en octubre de 1973.

Moshe Dayan era un personaje carismático. Por su pericia militar y por su ojo de pirata, perdido combatiendo con los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. En realidad, se apropió como ministro de Defensa del mérito de un plan que había ideado Yitzhak Rabin (quien después sería la gran esperanza de la paz, asesinado por un fanático israelí). La victoria de Israel impactó en la España franquista, en la que todavía resonaba la amenaza del “contubernio judeomasónico” y en la que niños­ poco mayores que yo habían participado en la infamante liturgia católica de “matar judíos”. Dayan, hijo de unos judíos de la Ucrania del zar, fue el segundo niño en nacer (1915) en la Degania Alef, uno de los primeros kibutz del futuro Israel, situado a orillas del evangélico lago de Galilea, en un terreno que unos persas de Beirut vendieron al incipiente movimiento sionista. Entonces el territorio no era de los palestinos, como se dice: lo administraba el imperio otomano. A lo largo de su vida, Dayan, que aprendió el oficio militar con un general británico, pasó por fases de halcón antiárabe y por otras de paloma pacificadora. Ahora bien, conocedor de la fragilidad de su país, rodeado de mortales enemigos, dejó escrita una frase que sintetiza el terrible destino estratégico de Israel: “El enemigo debe percibirnos como un perro loco, demasiado peligroso para ser molestado”.

Las salvajes matanzas que las milicias de Hamás consumaron el otro día en territorio israelí demuestran que el perro de Dayan anda muy despistado (la división interna ha debilitado a Israel). La crueldad de las matanzas también demuestra que el malestar acumulado en la franja de Gaza, una especie de cárcel gigantesca en la que han estado malviviendo dos millones de palestinos, ha fabricado un odio muy puro. Una rabia infinita, que ya solo puede calmarse muriendo y matando a la vez.
Las salvajes matanzas que las milicias de Hamás consumaron el otro día en territorio israelí demuestran que el perro de Dayan anda muy despistado (la división interna ha debilitado a Israel). La crueldad de las matanzas también demuestra que el malestar acumulado en la franja de Gaza, una especie de cárcel gigantesca en la que han estado malviviendo dos millones de palestinos, ha fabricado un odio muy puro. Una rabia infinita, que ya solo puede calmarse muriendo y matando a la vez.
Ariel Sharon, de acuerdo con el presidente George W. Bush, eliminó las colonias judías de la franja en el 2005. Creía estar ofreciendo un regalo envenenado a la Autoridad Palestina de Mahmud Abas. El artífice de la evacuación hebrea, Dov Weissglas, dijo que sería “una presión tremenda para los palestinos”. Lo argumentaba con despectiva ironía: “Por primera vez disponen de un segmento de tierra con total continuidad por el que pueden vagar de un extremo a otro conduciendo sus Ferrari­. Y el mundo entero los vigilará, no nosotros”. Concluía: “Negociaremos con los palestinos cuando se conviertan en finlandeses”. Weissglas se equivocó por completo. Ahora Gaza es una trampa. Si Israel la invade, será un avispero o una masacre. Si no la invade, Israel deja de ser para siempre el perro loco que recomendaba Moshe Dayan. - Con información de la vanguardia.
:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

- CRÒNICAS DE GAZA - THE ELECTRONIC INTIFADA