A menudo parece que la separación de poderes es sólo una garantía de la independencia judicial, pero no es así. La democracia también se sustenta que los jueces se sometan al imperio de la ley y no desempeñen, sin legitimidad, el papel del legislador. Así que en cuanto al desafío independentista catalán tenemos un poder judicial que ha invadido las competencias del legislativo, que se niega a aplicar la ley y que actúa con total desprecio a la Constitución. Como hace años que en España no tenemos Tribunal Constitucional, sino una corte política vendida al partido que mande, ya que nada de eso se pudo remediar.
Por eso estoy a favor de la amnistía. Porque es la única manera por la que el parlamento elegido democráticamente puede recuperar la primacía que le corresponde al Estado democrático, frente a unos jueces que usurpan las funciones. Volver a situar a la ley como máxima expresión de soberanía y mecanismo de dirección política de la sociedad.
Es más, si la amnistía se limita a los delitos de desobediencia, malversación de caudales y sedición no implicará dejar libre a ningún delincuente. Porque es difícil saber si son delincuentes cuando los jueces se han inventado los delitos por los que les condenaron. Por eso tampoco habrá problemas de igualdad en la comparación con otros activistas condenados a otros lugares, ante los que no se abusó de esa manera del poder de los tribunales.
Éstas son mis razones, políticas, para la amnistía.
Entiendo que los partidos políticos de “Estado” no pueden decir esto. Reconocer en público que, en este asunto, el Tribunal Supremo ha actuado fuera de la ley y guiado por las ideas y creencias políticas supone deslegitimar la cúspide de uno de los poderes del Estado. Soy muy consciente de los peligros de esta deslegitimación y entiendo perfectamente a tantos compañeros que en privado coinciden con mi análisis, pero nunca lo dirán en público.
Aunque el Tribunal Supremo español es un órgano de designación discrecional, al que los magistrados acceden por nombramiento no motivado de un órgano tan político como el Consejo General del Poder Judicial, toda la estructura del sistema se sostiene en su ficción jueces independientes e imparciales que juzgan con sometimiento a la ley. Una ficción que comprendo que tantos juristas responsables no quieran poner en cuestión, a pesar de la evidencia.
Así que estoy de acuerdo en esquivar elegantemente el tema y recurrir a alguna paráfrasis ambigua. La amnistía, así, servirá para llevar al terreno de los tribunales lo que siempre tuvo que resolverse en el de la política. Personalmente, no creo que el movimiento independentista catalán siempre tenga razón ni en sus fines ni en los medios que utiliza. Creo que el respeto a las minorías debe guiar cualquier acción política, y que tenemos la obligación de buscar soluciones flexibles en las que todas las personas y todos los territorios se puedan sentir cómodos en un espacio común diverso. Pero no es necesario apoyar al independentismo para defender la democracia y el estado de derecho.
Ojalá se apruebe una ley de amnistía, que se haga con el alcance y la justificación necesarias para evitar una declaración de inconstitucionalidad y que esto sirva para superar el conflicto que se vive en Catalunya. De paso, también servirá para devolver el poder al parlamento democrático, que no es poco"
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