Un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad Vivimos en la era de la velocidad. El mundo se mueve con mayor rapidez que nunca. Nos esforzamos por hacer las cosas más rápido para ser más eficientes, pero pagamos un precio muy alto para someternos a un ritmo de vida vertiginoso y descontrolado. Carl Honoré propone una revolución moderna, apoyada en la filosofía de la lentitud, gracias a la cual las personas descubrirán la energía y eficiencia necesarias para la vida cotidiana. Elogio de la lentitud es la primera mirada de gran alcance a los movimientos defensores de la lentitud que se abren paso a oficinas, fábricas, barrios, hospitales, salas de concierto, gimnasios y escuelas. Este manifiesto nos invita a replantear nuestra relación con el tiempo y nos recuerda que es posible vivir con más calma. Elogio de la lentitud Carl Honoré.

Laurent Vidal acaba de publicar Los lentos (Errata Naturae), que serían los individuos marginados por la maquinaria del progreso, en una nueva visión de la teoría de Honoré. en la vanguardia le han entrevistado:

"Con la llegada de internet, las redes sociales y la inteligencia artificial, los ritmos se han acelerado muchísimo.

Sí. La inteligencia artificial comporta una verdadera revolución, como lo fue la invención del libro, que cambió nuestra forma de pensar sobre el mundo. Y esta revolución hoy, por supuesto, comporta ese ritmo de instantaneidad y ese ritmo, y no es casualidad, pone las democracias en peligro. ¿Por qué? Porque democracia significa debate y tiempo para hacerlo. Puedes estar en desacuerdo con cualquiera, pero debes construir un argumento e informarte. Y hoy, en las redes sociales, domina la emoción, estamos entrando en la era de la democracia de la emoción. Creo que es precisamente la IA la que amplifica un proceso que ya estaba arraigado en nuestra sociedad de favorecer o valorar la reacción instantánea.

¿De qué sirve la resistencia a la aceleración de nuestro mundo, que es el subtítulo del libro?

Antes quería mencionar la importancia de la Revolución Industrial, con sus invenciones tecnológicas, que imponen una aceleración de las tareas de trabajo que provoca que los trabajadores tengan que adaptarse, los ritmos, los cuerpos, las mentalidades, se acelera la vida laboral y aquí entra en juego la tecnología, que antes no era tan importante. La instantaneidad de la democracia de las emociones pone a la democracia en peligro, y la IA amplifica un proceso que ya estaba arraigado en nuestra sociedad de favorecer o valorar la reacción instantánea”

¿Qué sería bueno cambiar entonces?

¿No sé si la cuestión es qué cambiar? Porque cambiar las lentes es imposible.

Me refiero a que dices que la lentitud es una percepción de los demás, ¿verdad?

Sí, pero es precisamente más aprender que cambiar, creo. Por ejemplo, la pandemia fue un momento de aprender aunque se olvidó rápidamente, pero nos demostró que era posible vivir a otro ritmo. Y también vimos cómo volvía la naturaleza, cómo reaparecían los pájaros en las ciudades, los peces volvían a los ríos, etc. Somos conscientes de que un ritmo frenético destruirá a la humanidad, que acaba cansada, psicológicamente agotada, y también el planeta, la naturaleza. Así que el problema no es cambiar las lentes, es intentar ver si existen otras posibilidades de convivencia. Creo que una primera brecha sería abrir posibilidades para otros tiempos de vida común en los que la velocidad no sea la norma social, por ejemplo, sin móviles, podemos abrir brechas, intentando respirar un poco, porque este mundo se está volviendo irrespirable, tanto por nosotros como para el planeta. Hay que abrir brechas y una primera podría ser dar espacio a otros tiempos de vida común en los que la velocidad no sea la norma social, por ejemplo, sin móviles, para respirar un poco”

En el libro consideras la siesta como un acto de resistencia.

Sí, lo es. La siesta es un acto de resistencia individual. Hay dos vías, la colectiva, de abrir brechas, y la individual. La siesta es un arte de resistencia y nace la necesidad de descansar a mitad del día. Por lo general es la gente del campo la que empieza temprano por la mañana y, después de comer, duerme la siesta y vuelve a trabajar hasta tarde. Pero esta siesta, en el momento en que se convierte en un arte urbano, es un acto de resistencia. Fíjate que cada vez hay más empresas tipo start-up que incluso tienen habitaciones para hacer la siesta para obligar a la gente a quedarse dentro del entorno laboral y esto hace que las personas ya no distingan entre el sitio del trabajo y el sitio de la vida privada. En el fondo existe un intento de controlar el cuerpo de las personas, incluso diría que ejercer presión sobre el cuerpo de sus empleados.

¿Sería bueno ralentizar el ritmo, por lo general?

Sí. Mira lo que está pasando ahora en Francia, después de las elecciones europeas. El presidente de la República no ha dejado respirar la democracia, ha perdido y ha decidido convocar elecciones legislativas apenas horas después de la derrota. La democracia se está ahogando, no tiene tiempo para respirar. Necesitamos debate democrático. Y la gente que ha votado a la extrema derecha no suele tomarse el tiempo para leer y, de hecho, ya no quiere leer. Son personas que ya obtienen su información en las redes sociales. El gran ganador es el canal TikTok. Pensábamos que el Presidente de la República y el gobierno serían un muro contra este tipo de lectura de la vida política, y al final el muro cedió, y también entró en esta historia que debemos acelerar el proceso de la vida política, y el riesgo es una desintegración completa. La noción de velocidad y lentitud tiene efectos no sólo en la vida individual, sino también en la vida laboral y en la política.